Delante de él se encontraba la felicidad. La puerta que se alzaba frente a sus asombrados ojos le llevaría al camino de la absoluta paz que tanto tiempo estubo buscando, o en cierta forma esperando.
Ya pesar de que ya la había encontrado al fin, la puerta no se abría, ni siquiera parecía poder estar a punto de hacerlo.
No tubo más remedio que esperar, como lo había estado haciendo hasta ahora.
La espera fue larga y solitaria. Echaba de menos a sus amigos y a su familia, y sobre todo echaba de menos esa sensación que produce el estar feliz, puesto que durante todo el viaje no había alcanzado a sentirse feliz.
Acabó sentándose para hacer más cómoda la espera, pero este pensaba que solo tardaría unas horas, que la puerta acabaría abriéndose y mostrando su preciado interior.
A pesar de su creencia, la puerta tardó en abrirse más tiempo de lo que el pensaba. Pasaron segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años y no ocurría absolutamente nada.
Habían pasado ya casi cinco años, y fue cuando el chico se dio cuenta de que había estado desperdiciando su vida en ese lugar con la espera de la felicidad que, sí que acabaría abriéndose, pero el no tener consciencia de cuando lo haría le hacía sentirse cada vez peor.
Y es por ello que decidió alejarse. Saltó al vacío atravesando las nubes y cayendo en dirección a la tierra.
Había pasado parte de su vida buscando ese lugar, pero ya no podía aguantar más tiempo, ya no podía seguir esperándola.
Puesto que nada dura eternamente, ni siquiera esa ridícula búsqueda de la felicidad que acaba estando donde menos creemos.
THE WORLD IS NOT ENOUGH
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