He pensado: ¿Qué pasa una vez sobrepasado el punto de "incontrol"? ¿Cómo volver al estado anterior?
Volvía a casa, por fin, tras una agotadora jornada que, a pesar de todo, había durado una hora menos. Caminaba cabizbajo, con las manos en los bolsillos, tarareando una canción de aire triste y pensando en sus cosas, que no eran pocas. A los típicos problemas de un adolescente (granos, chicas, estudios y de más) se le unía algún que otro problema familiar y un móvil que se había estropeado una hora antes.
No eran pocos los aprietos en los que estaba metido, como para que ahora se le complicaran más las cosas. Pero así fue. De buenas a primeras, sintió un fortísimo golpe en su nuca, y a continuación, pudo ver, mientras caía de cabeza al suelo, una figura que corría a escasos metros de él, y que se alejaba poco a poco. La sangre ya le hervía en la cabeza cuando cayó al suelo, y casi sin terminar de caer, soltó la mochila y empezó la persecución a su agresor.
Cegado completamente por la ira, corrió como nunca para alcanzar al artífice de la colleja que lo había derribado. Su objetivo era lo único que tenía claro: hacer el máximo daño posible a esa persona. Cuando casi lo hubo alcanzado, pensó en la mejor manera de derribarlo. A la velocidad a la que iban, un intento de zancadilla sería suficiente para derribarlo, con un simple golpecito en su pierna más retrasada lo derribaría fácilmente, y ya lo tendría en el suelo, indefenso, preparado para su venganza.
Sin embargo, para su rabia un "ligero golpecito" no era suficiente. Por eso cuando estuvo a la distancia adecuada, le propinó la mayor patada que jamás le había dado a un ser vivo, y la estrepitosa caída, además de la patada, pudo haberle roto algún hueso. Tras esto, y sin dudar un instante, se colocó justo encima de él, pasando una pierna por cada lado de su dolorido cuerpo y puso en práctica una sencilla llave que tantas y tantas veces había visto en la televisión y que tan pocas veces había puesto en práctica.
-¡Pide.. perdón! - le gritó, jadeando y con la voz entrecortada-. ¡¡PIDE PERDÓN!!
-¡Suéltame imbécil! - le contestó.- ¡Me estás haciendo daño!
-Hazlo.¡Hazlo ahora!- y dicho esto apretó más la llave casi provocando que se luxara el hombro.
Los gritos de dolor eran tan espantosos que le obligaron a parar. ¿Qué había hecho? No, el golpe no fue sólo una broma pero, ¿merecía todo eso? Asustado, lo soltó y se levantó. El agresor, ahora agredido, debió oler su miedo, pues aprovechó la oportunidad para dirigir un puño directo a su nariz, y acertó de lleno.
La sangre que goteó de su nariz pareció devolver el resto de ella a la ebullición. Recordó haberse puesto una navaja en el bolsillo, como simple objeto de entretenimiento, ya que tenía múltiples accesorios que amenizaban de forma bastante efectiva algunas de esas clases insoportables, de las que precisamente ese día estuvo repleto. La sacó de su bolsillo, y no precisamente para entretenerse agujereando una mesa con el sacacorchos. Abrió la parte de la navaja, que se mantenía afilada como el primer día, y la empuñó contra su antiguo agresor, y era antiguo porque, a pesar de que habían pasado 5 minutos desde que recibió la embestida, ese recuerdo quedaba muy muy lejos dentro de su mente.
Le apuntó con su nueva arma directamente a la cara, una cara encogida en una mueca de autentico terror. Ya había levantado las manos sin necesidad de ordenárselo, así que lo agarró por detrás y presionó la afilada hoja contra el su cuello, sin llegar a cortarle, mientras le susurraba: "¿Pedirás perdón ahora?. El silencio por parte del atemorizado rehén provocó que apretara más el cuchillo contra su cuello, y esta vez sí, un hilillo de sangre le resbaló por el cuello y manchó tanto el arma como la mano que la empuñaba.
El contacto con esa sangre ajena fue como un jarro de agua fría, y la sangre, antes ardiendo, se le heló al momento. De nuevo se preguntó: ¿Qué había hecho? Más aterrorizado que nunca, soltó el cuchillo y echó a correr. No se preocupó por su víctima, que tenia el cuello cubierto parcialmente cubierto de sangre proveniente de una herida meramente superficial. No se preocupó tampoco de sí mismo, ni de sus pulmones que reclamaban un poco de aire tras el largo tiempo de hiperventilación.
Fue consciente de que había perdido el control, y de lo que es peor, fue consciente de que lo había vuelto a perder tras recuperarlo brevemente. Se dio tanto miedo que no paró de correr, creyó que si paraba volvería a estar fuera de sí y volvería a cometer alguna barbaridad de las suyas.
Don't worry, Be happy! =)
P.D: Sigo aquí, y me alegra ver que FATMAN me cubre muy bien las espaldas en mi ausencia.
Volvía a casa, por fin, tras una agotadora jornada que, a pesar de todo, había durado una hora menos. Caminaba cabizbajo, con las manos en los bolsillos, tarareando una canción de aire triste y pensando en sus cosas, que no eran pocas. A los típicos problemas de un adolescente (granos, chicas, estudios y de más) se le unía algún que otro problema familiar y un móvil que se había estropeado una hora antes.
No eran pocos los aprietos en los que estaba metido, como para que ahora se le complicaran más las cosas. Pero así fue. De buenas a primeras, sintió un fortísimo golpe en su nuca, y a continuación, pudo ver, mientras caía de cabeza al suelo, una figura que corría a escasos metros de él, y que se alejaba poco a poco. La sangre ya le hervía en la cabeza cuando cayó al suelo, y casi sin terminar de caer, soltó la mochila y empezó la persecución a su agresor.
Cegado completamente por la ira, corrió como nunca para alcanzar al artífice de la colleja que lo había derribado. Su objetivo era lo único que tenía claro: hacer el máximo daño posible a esa persona. Cuando casi lo hubo alcanzado, pensó en la mejor manera de derribarlo. A la velocidad a la que iban, un intento de zancadilla sería suficiente para derribarlo, con un simple golpecito en su pierna más retrasada lo derribaría fácilmente, y ya lo tendría en el suelo, indefenso, preparado para su venganza.
Sin embargo, para su rabia un "ligero golpecito" no era suficiente. Por eso cuando estuvo a la distancia adecuada, le propinó la mayor patada que jamás le había dado a un ser vivo, y la estrepitosa caída, además de la patada, pudo haberle roto algún hueso. Tras esto, y sin dudar un instante, se colocó justo encima de él, pasando una pierna por cada lado de su dolorido cuerpo y puso en práctica una sencilla llave que tantas y tantas veces había visto en la televisión y que tan pocas veces había puesto en práctica.
-¡Pide.. perdón! - le gritó, jadeando y con la voz entrecortada-. ¡¡PIDE PERDÓN!!
-¡Suéltame imbécil! - le contestó.- ¡Me estás haciendo daño!
-Hazlo.¡Hazlo ahora!- y dicho esto apretó más la llave casi provocando que se luxara el hombro.
Los gritos de dolor eran tan espantosos que le obligaron a parar. ¿Qué había hecho? No, el golpe no fue sólo una broma pero, ¿merecía todo eso? Asustado, lo soltó y se levantó. El agresor, ahora agredido, debió oler su miedo, pues aprovechó la oportunidad para dirigir un puño directo a su nariz, y acertó de lleno.
La sangre que goteó de su nariz pareció devolver el resto de ella a la ebullición. Recordó haberse puesto una navaja en el bolsillo, como simple objeto de entretenimiento, ya que tenía múltiples accesorios que amenizaban de forma bastante efectiva algunas de esas clases insoportables, de las que precisamente ese día estuvo repleto. La sacó de su bolsillo, y no precisamente para entretenerse agujereando una mesa con el sacacorchos. Abrió la parte de la navaja, que se mantenía afilada como el primer día, y la empuñó contra su antiguo agresor, y era antiguo porque, a pesar de que habían pasado 5 minutos desde que recibió la embestida, ese recuerdo quedaba muy muy lejos dentro de su mente.
Le apuntó con su nueva arma directamente a la cara, una cara encogida en una mueca de autentico terror. Ya había levantado las manos sin necesidad de ordenárselo, así que lo agarró por detrás y presionó la afilada hoja contra el su cuello, sin llegar a cortarle, mientras le susurraba: "¿Pedirás perdón ahora?. El silencio por parte del atemorizado rehén provocó que apretara más el cuchillo contra su cuello, y esta vez sí, un hilillo de sangre le resbaló por el cuello y manchó tanto el arma como la mano que la empuñaba.
El contacto con esa sangre ajena fue como un jarro de agua fría, y la sangre, antes ardiendo, se le heló al momento. De nuevo se preguntó: ¿Qué había hecho? Más aterrorizado que nunca, soltó el cuchillo y echó a correr. No se preocupó por su víctima, que tenia el cuello cubierto parcialmente cubierto de sangre proveniente de una herida meramente superficial. No se preocupó tampoco de sí mismo, ni de sus pulmones que reclamaban un poco de aire tras el largo tiempo de hiperventilación.
Fue consciente de que había perdido el control, y de lo que es peor, fue consciente de que lo había vuelto a perder tras recuperarlo brevemente. Se dio tanto miedo que no paró de correr, creyó que si paraba volvería a estar fuera de sí y volvería a cometer alguna barbaridad de las suyas.
Don't worry, Be happy! =)
P.D: Sigo aquí, y me alegra ver que FATMAN me cubre muy bien las espaldas en mi ausencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario